miércoles, 17 de abril de 2013

Una historia más


Introducción:

La noche es lenta mientras miro el cielo, la luna pareciera que no se mueve de su sitio mientras la observo atenta a través de mi ventana, y el viento sopla suavemente meciendo las hojas de los arboles, a lo lejos veo pequeños resplandores dorados, las luces de una ciudad que parece nunca descansar, y en un casi silencioso susurro escucho el tren… apenas son las 12 de la noche, la que promete muchas cosas con el aparecer de las estrellas.

Me recosté un poco mientras seguía mirando la luna, pensando en cosas sin sentido, como lo que haría al día siguiente, o lo que me pondría al  levantarme por la mañana… como dije cosas sin sentido, entonces se me ocurrió tomar mi portátil y comenzar a escribir.

La inspiración fluía gracias a la grata compañía de ese cielo estrellado y magnifico del anochecer, pensaba en escribir una historia como muchas otras pero entonces me di cuenta de que desperdiciaría mi maravillosa noche escribiendo algo que a la gente le resultaría muy aburrido y común.

Pasaron los minutos mientras yo seguía pensando que escribir, divagando en mis ideas extrañas y divertidas a la vez, quizás la historia de un pulpo gigante que proviniera de Marte… o mejor aún, la historia de una princesa galáctica.

En la casa solamente se escuchaba el eco de mis risitas por mis disparates.

-No creo que a la gente le agraden ese tipo de historias, quizás para un comic estaría muy bien, pero no creo que haga un best-seller con este tipo de historias.-

Una vez más di una hojeada a una de mis libretas sobre historias que había escrito de pequeña, si lo veía de cierto modo siempre había tenido una gran imaginación para inventar historias que mantenía a la gente atenta cuando comenzaba a contarlas.

Entonces tome una de mis libretas más antiguas y comencé a leerla, ahí comenzó la diversión, encontraba frases y versos incompletos, y una pequeña historia de la cual podía sacar demasiadas ideas si me esforzaba en pulirla y trabajarla como haría una gran escritora.

Me senté en el escritorio y adapte el portátil para poder trabajar a gusto, abrí las cortinas y la luz de la luna aun seguía alumbrando mi dulce obscuridad.

-Como podría arreglar esto- torcí un poco la boca pensando y jugueteando con un lápiz en la mano izquierda mientras con la otra tocaba suavemente el teclado.

Entonces comencé a leer lo que ya había escrito, era la historia de dos hermanos, de una familia rica de Inglaterra… con muchos errores, propios de una niña de 14 años, aunque ciertamente la historia tenia cosas muy interesantes, sonreí y aunque trataba de evitar reír por lo que leía era casi imposible, apenas y podía creer que así había comenzado con esta idea atrevida de convertirme en una gran escritora.

Seguía leyendo mientras el tiempo corría a mis espaldas, receloso de contar bien cada segundo para llegar a un nuevo día y yo luchando contra la fatiga y el sueño.

Esto de estar de mudanza era algo agotador… todo el día habíamos cargado cajas, muebles, bolsas, parecía casi imposible acomodar todo, cerré los ojos un rato mientras mi cerebro trabajaba tratando de enlazar algunas palabras y formando pequeños párrafos para comenzar a escribirlos.

Entonces después de tanto meditar, abrí los ojos y…¿Cuál fue mi sorpresa?

¡Ya era de día! O al menos eso me decía el sol que poco a poco entraba por el borde de la enorme ventana de mi habitación.

-Bueno quizás otro día pueda continuar…- suspire decepcionada de dejarme llevar por el cansancio y el sueño en lugar de poner a maquilar mi cerebro y comenzar a escribir algo digno.

Esa mañana hicimos muchas cosas en la casa, lo único bueno fue que por fin tenía electricidad. Si se han preguntado si es algo útil, yo les diría “Si! Lo es!”

No podíamos hacer casi nada sin ella, en cuanto la luz del sol se consumía para dar paso al anochecer, nos quedábamos casi en un silencio sepulcral, los pequeños ruidos en la casa, eran casi golpes fuertes debido al eco de un espacio vacío.

Rápidamente el día se nos escapo como los últimos cuatro. O mejor dicho, el tiempo corría lento pero mientras más tratábamos de arreglar la casa nos dábamos cuenta de que más cosas faltaban, y así se nos iba el tiempo.

Esperen un segundo… yo iba a escribir una historia, no a hacer un diario de mis días pesados con la mudanza, ni de mi vida personal, disculpen un poco mi distracción, es que al parecer tengo la facilidad de salirme del tema si no me concentro.

¿En que estábamos?

Ah sí… en mi idea de escribir una historia nueva y que no tuviera nada relacionado con los best-seller del momento, aunque debo admitir que me considero fan de Stephenie Meyer, Lisa Jane Smith, Patrice Michelle (como muchos lo notaran las tres son escritoras del genero vampírico, cada una con sus variaciones pero las tres muy buenas a mi gusto)

Entonces seguiré contándoles como logre escribir mi historia.

Una tarde así como cualquier otra, tome le portátil y la inspiración salió de la nada, esta vez era de día, el sol aun alumbraba en lo alto del cielo y se escuchaba movimiento en la casa, como subían por las escaleras y como bajaban, el sonido del estéreo en otra habitación, las conversaciones en el piso de abajo, afuera el sonido de los autos pasar, muy pocas veces, ya que el lugar era tranquilo, supongo que es algo que debo de agradecer, no soportaría vivir en un lugar donde cada dos por tres escuchas accidentes, patrullas, ambulancias, claxonazos…

Escuchaba el cantar de mi hermano en la otra habitación y eso me causaba gracia, también podría decir que me daba algunas ideas.

Así que prendí de nuevo mi portátil y me senté en la orilla de la cama… esperen!!! ¿Dónde está la silla de mi escritorio?... supuse que la habían utilizado y entonces centre de nuevo mi atención al portátil.

-Aquí vamos-  Pensé mirando el teclado y comencé a escribir.

Una historia más

Capitulo 1  -La idea de vivir-

Mucho se ha escuchado acerca de la vida en la vieja Inglaterra, sobre cómo eran las familias, y lo importante que era en ese entonces el dinero y la posición social, cosas que aún se conservan en ciertas partes del mundo.

Quien no ha escuchado hablar a gente de otros países quejarse por la esclavitud, por la recesión, por la forma en que la gente explota a las personas, o por como las mujeres aun siguen sin ser tomadas en cuenta.

Pues precisamente de esto trata la historia que les narrare.

Estamos situados en Inglaterra en el siglo XIX muchos pensarían que las cosas han cambiado pero yo puedo decirles que no.

La familia Le Blanc  era una familia de las más adineradas del país, puesto que el señor William Le Blanc  de apenas 27 años de edad, era heredero de un gran apellido y de una de las industrias más grandes de Inglaterra, que digo Inglaterra, mundial.

Contaban con sucursales a lo largo y ancho del planeta, lo cual por lógicas razones lo hacia uno de los hombres más ricos del mundo.

Su esposa, la Señora Rose Marie, un par de años más joven que él,  hija de uno de los inversionistas más poderosos de las industrias turísticas en Inglaterra.

Ambos unidos no por amor, pero si por una cosa en común que los había hecho pasar la mayor parte de su matrimonio felices, el deseo de dinero y la libertad para gozarlo.

Juntos comenzaron una vida lejos de su familia, pero no lo suficiente como para poder cobrar sus partes de la herencia y mantenerse al tanto del desempeño de sus empresas y su crecimiento monetario.

Al paso de los años, la señora Rose Marie, quedo embarazada, lo cual aunque no le molestaba era algo que no tenía importancia alguna para ella, puesto que estaba segura que su nana podría hacerse cargo mientras ella seguía disfrutando de su “divertida” libertad.

Su primogénito era un varón de nombre Adam, a quien acostumbraron a una vida solitaria, donde su única familia, era la nana Francesca y los sirvientes de la mansión Le Blanc.

Con el paso de los años, cuatro para ser exactos, Rose Marie volvió a quedar embarazada y para sorpresa de todos, tuvieron una mujer, a quien decidieron llamar Camille.

-Ahora Adam no estará tan solo- Pensó la nana Francesca al ver a la pequeña Camille a días de nacida en sus brazos, mientras sus padres estaban abordando su avión privado rumbo a Brasil, Rio de Janeiro.

Adam sentía una extraña curiosidad por su hermanita, al verla tan pequeña y darse cuenta de todos los cuidados que necesitaba. Por las noches se levantaba de la cama y caminaba de puntitas hasta la habitación de la cuna para verla descansar, entonces él solía tararearle una nana, que la ayudaba a dormirse profundamente.

Y después de horas de guardia, el volvía a su cama agotado, pero conforme por saber que su pequeña hermana estaba bien.

Francesca lo notaba pues escuchaba las pequeñas pisaditas del niño desde su habitación y a escondidas lo vigilaba, mientras en su interior crecía el amor hacia los pequeños, que para ella eran como sus hijos, hijos propios, de sangre, a los que cuidaría hasta el último suspiro.

Adam comenzó a crecer de una forma impresionante, al parecer el niño seria más alto que su padre y más fuerte, y la pequeña Camille seria más hermosa y delicada que su madre.

Los pequeños siempre preguntaban por sus padres a lo que Francesca siempre contestaba con una sonrisa tierna- Ellos están de viaje por asuntos de negocios, deben comprenderlos, ellos les dan todo lo que pueden para que estén bien y cómodos en casa- esa era la misma respuesta que dio por años.

Los pequeños se acostumbraron a la idea de vivir solos, con su única familia que era su nana y los señores que le ayudaban a Francesca con las cosas de la casa.

Aunque sonara extraño, ellos al ser herederos e hijos de las personas más poderosas de Inglaterra, crecieron con una bondad increíblemente grande dentro de  sus corazones, gracias a la ayuda de su nana, a la cual consideraban su madre…

-Continuara-

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